miércoles, 23 de marzo de 2011

Violencia en el fútbol

    Yo, últimamente, ando bastante desconectada de las noticias de deportes, me salto la sección dedicada a ellos de los periódicos y tampoco suelo ver la de los telediarios pero el lunes de esta semana, me coincidió y vi los deportes de informativos telecinco.

    Los lunes, en la sección de deportes de los telediarios, suelen hacer un resumen de la jordana de fútbol del fin de semana. Pues bien, a este respecto, comentaba J.J. que se habían producido dos noticias malas en el mundo del fútbol. La primera, los insultos racistas coreados en el Vicente Calderón a Marcelo y la segunda, la violencia que se desató en un estadio en Argentina donde los aficionados comenzaron a destruir las instalaciones. 

    Desgraciadamente, nada de esto nos coge por sorpresa, actos de este tipo se han repetido demasiadas veces y ya no llaman la atención. Nadie se va a echar las manos a la cabeza porque miles de personas llamen a un jugador "maricón", "mono", "hijo de puta" o lo que se tercie; es más, muchos opinan que deben aguantar lo que les echen, que para eso cobran esas cantidades astronómicas. Respecto a lo de Argentina, entre lo lejos que nos queda y lo insensibilizados que ya estamos ante estos actos, no creo que lleve a nadie a pararse dos minutos a reflexionar sobre el suceso.

    Sea como fuere, en cuanto vi esta doble noticia, pensé "ya tengo tema para el blog" y no porque quiera comentar estos hechos en particular, ni tampoco pretendo abarcar este fenómeno tan complejo de la violencia en el mundo del fútbol. Lo que ocurre, es que me acordé de lo que he vivido yo en el estadio de El Sardinero y me parece interesante dar ese punto de vista.

    Voy a dejar al margen a los grupos ultra porque son grupos organizados, tienen una ideología política en común, tienen trato preferente en muchos de los clubes y se merecen un capítulo aparte. De quien quiero hablar es de la gente común que paga entre cien y 600 euros o más por un abono de temporada para ir uno de cada dos domingos a ver un partido de fútbol. Esta gente va, en ocasiones, sola y la mayoría de las veces, con familiares o amigos.

    Yo he ido durante cuatro temporadas al estadio de El Sardinero (02-03; 03-04; 07-08; y 08-09) durante las cuales, me he sentado en tres zonas distintas. Me parece bochornoso el comportamiento de la gente, tanto, que considero que no es un lugar apto para llevar a niños pequeños. Yo miraba a la gente que tenía alrededor como las vacas al tren. No entendía nada. Allí se insulta hasta al apuntador. Linieres, árbitro, jugadores del equipo visitante, jugadores del equipo local, entrenador propio, entrenador ajeno, hinchada rival… Y el insulto sale a la mínima, da igual que –pongamos por caso– sea un fuera de juego claro, dudoso o inexistente, si el linier levantó el banderín, lluvia de piropos.

    Yo concibo que una persona pague esa cantidad de dinero por un abono, gaste dos horas de su tiempo viendo un partido de fútbol –muchas veces pasando frío y mojándose– para pasárselo bien y disfrutar. Por supuesto, entiendo que se cante, que se anime y entiendo que se les griten cosas a los que están sobre el terreno de juego pero sin entrar en el insulto, porque me parece una falta de educación y una falta de respeto total para gente que lo que está haciendo es nada más y nada menos que su trabajo. Es que no me imagino a nadie sentado en una oficina o a una persona detrás de un mostrador siendo insultadas tan gratuitamente por cualquiera que le apetezca hacerlo. Además, la gente que insulta se pone el listón muy bajo. Si a un jugador, por fallar un penalti, le gritan “hijo de puta, me cago en tus muertos”, ¿qué le van a decir a alguien que les haga una faena personal de cierta importancia?  


    Todos tenemos problemas y tensión acumulada pero un estadio de fútbol no es el sitio para desahogarse. Si alguien va a los partidos con ese propósito, recomiendo que se compren un saco de boxeo o que se vayan al monte e insulten al aire. Pero para ir a ver un partido, hay que ir con otro talante, con ganas de pasar un buen rato y disfrutar del momento.

    No creo, para nada, que esté justificado por el dinero que cobran los profesionales la posibilidad de proferir insultos a esta gente y creo que hace falta cambiar radicalmente la concepción que tenemos sobre este tema. Es una cuestión de educación y civismo muy importante. Apelo al ingenio y al buen humor para gritarles cosas a los árbitros y a los jugadores, seguro que habrá algún vecino de grada que lo agradecerá.

3 comentarios:

  1. 1. El futbol se toma muchas veces como desahogo, solo hay que verlo que en otros deportes no ocurre lo mismo.
    2. Mucho mejor que se desahoguen allí y no que vayas a comprar el pan y el panadero se desahogue con la clientela.
    3. Esta claro que es algo innato a la especie humana, porque da igual el país y la cultura.
    4. Y la persona más pacifica y tranquila del mundo en un partido de futbol o una manifestación, por ejemplo, acaba dando gritos y uniéndose a la "masa".
    Yo lo estudio en psicologia social, en psicologia de masas, supongo q tu tb lo habrás estudiado.
    He dicho.

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  2. jajajaja q gracia, me estoy imaginando en una oficina insultando al personaje de detras del mostrador mientras este impasible sigue a lo suyo, la verdad q tienes razon lo q dudo es q esa gente no disfrute de ello, quiero decir q la gente q va al futbol supongo q es porque les gusta y se entretienen aunque viendolos cualquiera pensaria q lo estan pasando mal, no se a mi el futbol como q no, aunque los partidos q he ido el buen ambiente mola bastante!

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  3. Pues que insulten a otros trabajadores también ocurre. Bienvenida al maravilloso mundo de la atención telefónica...

    Si la gente llama al 1004 a poner algún tipo de reclamación, más del 50% de las veces no lo hace con un tono de "educada coherencia" sino que quién le atiende es el culpable de todos sus males, desde la factura elevada porque llaman a número 900 u 800 hasta que le llamen para hacer telemarketing.

    Y si encima quién llama o atiende es sudamericano... Sobran las explicaciones, porque a esto se suma una gran connotación racial.

    Y lo dice la voz de la experiencia.

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