viernes, 11 de febrero de 2011

Motivación

    “–Si apruebas todo en junio te compro una moto”.

    Una moto, un perro, el carné de conducir, un viaje a Ibiza… Las variantes de la frase son muchas pero el objetivo es siempre el mismo: motivar a los hijos para que estudien y aprueben. No todas las familias recurren a estos incentivos ya que en muchos casos se considera que los estudios de los niños son su responsabilidad y obligación y no tienen porqué recibir nada a cambio de obtener buenas notas. Sin embargo, todos hemos oído casos o hemos tenido compañeros que gozaban de estos premios en caso de cumplir su parte del trato. Además, y no lo digo como dato empírico, solo como percepción personal –por lo que puedo estar equivocada– creo que esto se da en más casos hoy en día que años atrás. De hecho, ahora, muchas veces parte de la iniciativa de los propios niños solicitar algún premio si aprueba un examen próximo o una evaluación.

    Por todo esto, hoy quería hablar de la motivación. Vamos a conocer un poco más qué es eso a lo que llamamos motivación y cómo funciona. En primer lugar, debemos distinguir entro dos tipos de motivación: motivación intrínseca y motivación extrínseca. La primera de ellas hace referencia a cuando realizamos una actividad por el mero placer que nos reporta llevarla a cabo. El incentivo o beneficio que nos reporta está ligado exclusivamente a la ejecución de dicha actividad. Por ejemplo, alguien lee porque personalmente, le reconforta el acto de leer. Por el contrario, la motivación extrínseca se refiere a las actividades que hacemos motivados por la obtención de recompensas externas. Por ejemplo, leer libros, no porque a la persona le guste, sino porque le suben la nota en literatura un punto.

    Bien, pues lo interesante se encuentra en la relación que se da entre ambos tipos de motivaciones. Se ha hallado en diferentes estudios empíricos, que el hecho de ofrecer recompensas externas a niños por realizar actividades para las que estaban motivados intrínsecamente, disminuye su interés por esa actividad. Pongamos un ejemplo para que quede claro. Imaginemos, Alfonsito es niño de siete años que practica tenis dos veces por semana. A Alfonsito le gusta el tenis. Va feliz a los entrenamientos y le encanta jugar partidos. Un día gana un partido contra un niño mayor que él y sus padres le compran la nintendo DS por haber ganado y por sus progresos como tenista. Alfonsito empieza a perder el interés genuino que él tenía por el tenis. Puede que lo practique concienzudamente si quiere obtener un portátil pero no por placer. Este hecho, que se llama efecto de sobrejustificación, solo ocurre con las recompensas externas materiales pero no con las informativas. Es decir, en el caso de Alfonsito, si sus padres en vez de comprarle un regalo le hubieran felicitado y le hubieran dicho que lo había hecho muy bien, que siguiera así y que estaban orgullosos (también sería recompensa externa, pero no material), Alfonsito seguiría muy motivado en esto del tenis.

    Así que juzguen por ustedes mismos y después decidan y obren en consecuencia.

1 comentario:

  1. Muy interesante, me ha faltado que nombraras a fulanito, creo q desterrarle de esta manera del blog y meternos a Alfonsito, no se, es un gesto un poco feo por tu parte, pero tu misma.
    Sobre el tema q tratamos hoy, sera verdad. No se, en mi caso, muchas veces he tenido recompensa por las cosas, pero tambien dire que ni con recompensas he estudiado, aunque bien es cierto que si te dan cosas por aprobar (cosa que se supoen tienes que hacer sin mas) te pueden entran un poco mas de ganas de hacerlo, pero yo ni con esas me entraban las ganas.

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