Siempre he escuchado
referencias a El caso y por eso sabía que se trataba de un periódico de sucesos
pero nada más. No fue hasta hace unos meses, gracias a la serie estrenada por
Televisión Española, que he conocido algo más acerca de este semanario. En
concreto, una de sus reporteras, Margarita Landi, me parece digna de
reconocimiento.
Para contextualizar un
poco, comenzamos con unos datos sobre El caso. Como adelantaba, fue una
publicación de sucesos que salía con periodicidad semanal, en sus páginas se
narraban las sórdidas historias de nuestro país: asesinatos, robos, secuestros,
desapariciones… también historias paranormales y esoterismos varios esquivando la censura. El primer número se lanzó en 1952, fue una tirada de once mil quinientos
ejemplares, que se convirtieron en doscientos mil solo dos años después. El récord
estuvo en cuatrocientos mil periódicos cuando publicaron la crónica de uno
de los casos con mayor repercusión, los crímenes de Jarabo en 1958. Ningún periódico
español había alcanzado esa cifra de ventas.
Una de las cronistas de
esta publicación fue Margarita Landi. Se subió al barco dos años después de su
apertura y le dedicó veintiséis años de su vida, aunque acabó en ella por uno
de esos caprichos del destino.
En realidad, Margarita había estudiado enfermería pero nunca pudo ejercer porque consiguió su título durante la II República y, por lo tanto, fue revocado por la Ley de Responsabilidades Políticas de 1940, de modo que intentó buscarse las alubias por otro lado. Como en su familia había antecedentes en el mundo del periodismo, envió cartas de recomendación a diferentes publicaciones pero obtuvo la negativa por respuesta, principalmente porque en esa época y en ese mundo solo se concebía que una mujer se postulase para un puesto de secretaria. Con tesón e insistencia acabó metiendo un pie en el sector creando crucigramas y posteriormente como cronista de alta sociedad y moda.
Hasta que recaló en El
Caso y se forjó su imagen característica. La periodista de sucesos rubia, con
la eterna pipa en la boca, su pistola y su coche descapotable con el que
conseguía llegar antes que la policía a las escenas de los crímenes.
Se dice que tenía muy buena
intuición y que se le dio bien aquello de deducir, sacar información a los testigos
y resolver intrigas. Se llegó a diplomar en criminología. Tenía buena sintonía
con la policía, le dejaban presenciar interrogatorios y le dieron el
sobrenombre de subinspector Pedrito. Se dice que sus crónicas eran asépticas
sin caer en detalles morbosos.
Tras el cierre de El
caso, continuó publicando con otras firmas y también colaboró en diferentes
programas de televisión donde contaba su experiencia con los casos más sonados.
Hoy es el nonagésimo
octavo aniversario de su nacimiento.
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